Soy de las personas que cree que todos tenemos un motor, alguien que
nos impulsa cuando estamos a punto de caernos, que nos levanta el ánimo
tras un día duro con solo mirarnos o que sólo con verlo ya nos hace
felices. Para algunos es su madre, su padre, un amigo o la vecina del
quinto, en mi caso es mi sobrino Oihan, que hoy cumple un añito.
Me acuerdo perfectamente del 27 de febrero de 2012 fue como un día
mágico. No se me olvidará cuando mi madre me llamó y me dijo ¡Ha nacido,
nos vamos al hospital! Increíble la llorera, qué emoción, qué nervios,
pegada al teléfono esperando ver la primera foto del que ya sabía, iba a
ser el amor de mi vida. Estrenaba título, ahora era la izeko Ale,
llevaba tanto tiempo esperando ese momento que no sabía ni cómo
sentirme, era demasiado feliz.
Tardé unas tres semanas en tenerlo en mis brazos, el bebé de las
fotos ahora, por fin, se movía, era más real aun, y desde entonces no ha
parado. Todavía no habla, pero no le hace falta, tiene una mirada que
engatusa a cualquiera y, no es que lo diga yo, es que las fotos hablan
por sí solas, es guapísimo. Por todo esto, y por muchas más cosas que os
contaría, pero las babas me impiden seguir tecleando, hoy le dedico
esta primera entrada de muchas que vendrán.
Zorionak Oihan! Asko maite zaitut.
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